Desde los inicios de la administración de sistemas, un dios ha sobrevolado las salas de servidores: el “uptime”. Nos indica el tiempo que llevaba encendido un servidor, lo cual indirectamente señalaba el tiempo transcurrido sin sufrir ningún problema que haya hecho necesario su reinicio. En los sistemas operativos siempre han existido comandos para indicar el uptime de un servidor, cifras que, a su vez, reflejaban el mérito de los administradores. Pero los dioses no son eternos; sus fieles acaban perdiendo la fe en ellos o simplemente son sustituidos por otros. Incluso al uptime le llegó su fin.
Hoy en día ya no se habla de servidores, convertidos ahora en un comodity invisible. Las aplicaciones se trocean en piezas de software llamadas microservicios. Estos colaboran entre sí, comunicándose a través de sus APIs. Cada microservicio se encapsula en un paquete conocido como imagen, que es enviado a la nube. A partir de una imagen se generan contenedores, instancias en ejecución de esta imagen que se autoreplican las veces que sea necesario para sobrevivir las inclemencias de la nube. Este es el ciclo de vida del software actual, en el que ya no se crean unos pocos dinosaurios armados hasta los dientes, se crean muchas larvas que puedan sobrevivir.
La devoción por el uptime de antaño forma parte de la religión de la estabilidad, que pasa por sus hora más bajas. Lo efímero es la nueva religión y la nube el Olimpo de sus nuevos dioses, tan nuevos que apenas tienen nombre. «Tiempo máximo de vida de imagen» o «número de contenedores creados por hora» son algunos de ellos. Paradigmas de lo efímero, del cambio que es ahora medida del éxito, nuevas cifras que encumbran a los ingenieros de nube que las crean. Ya no es más uptime de imagen lo que se busca. Menos tiempo indica mayor capacidad de renovación, mayor avance, mayor resiliencia. Resiliencia no es estabilidad, es capacidad de cambio y ese es el desafío actual en el mercado de los routers. Del diseño de hardware como core del negocio se pasa a dar mucha más importancia al desarrollo de software. Del discreto software embebido en los routers se pasa al SaaS y a los grandes despliegues en la nube, tipo SD-WAN.
Como toda nueva religión, esta tiene también sus mandamientos, normas de comportamiento básicas para comportarse en las nubes “como Dios manda”. Existen las twelve-factor app, la infraestructura como código, la entrega continua, el despliegue continuo, las imágenes e infraestructura inmutables, etc. En un guiño a ideas de otros tiempos sucede que lo único inmutable de estas nuevas imágenes e infraestructura es el cambio. Este hace que no se modifiquen nunca en sí mismas, sino que sean continuamente desechadas y sustituidas por otras más nuevas. Conseguimos así ciclos más cortos que favorecen la innovación y la fiabilidad de software, especialmente importantes en servicios en la nube orientados a ser consumidos por un gran número de clientes, como por ejemplo, un servicio SDN /SD-WAN.
¿Y cómo son los apóstoles de esta nueva religión?, ¿a qué debemos aspirar los nuevos creyentes? Cuentan los textos sagrados que los primeros entre nosotros, ingenieros de nube, miden en minutos el tiempo de vida de sus imágenes y en miles el número de contenedores creados por hora. Cuentan que sus imágenes han alcanzado la omnipresencia y que tienen el don de la ubicuidad. Es un tipo de competición a la que solo los equipos con la maquinaria de desarrollo de software mejor engrasada pueden aspirar, un escenario en el que Teldat entra de lleno con sus soluciones SD-WAN, como referente del sector.
La ciencia informática siempre ha creado estados profundamente confesionales y fervientes súbditos. En estos tiempos del software como servicio, las devociones cambian, pero el objetivo sigue siendo el mismo de siempre, la tranquilidad de los creyentes.
En Teldat abrazamos ilusionados estos nuevos tiempos con nuestras soluciones SD-WAN; entendemos el cambio como la nueva forma de estar y la tranquilidad de nuestros clientes como producto final.